12/12/06

MARRUECOS QUINTO DIA OUARZAZATE-AIT BENHADOU-TELOUET-MARRAQUESH


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Amaneció de nuevo sorprendentemente y con ello a desmontar, desayunar y en ruta de nuevo para hacer la etapa que tenía que ser la más fácil, con menos de 300 kms (las otras eran de unos 500). Al salir de Ouarzazate me encuentro los famosos estudios de cine, y tras dar un rodeo semi-ilegal por una pistilla, me cuelo en los decorados de la película Cleopatra, tal que éstos.

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La ascensión a Ait-Benhadou se hizo sin problemas, y allí me encontré a los primeros y únicos hispanohablantes, cuatro parejas de Segovia y Madrid en sus todoterrenos. Saludos, risas, y nos deseamos buena suerte. La Kasba está bastante lograda, patrimonio Universal de la UNESCO, pero como siempre, todo el mundo te quiere cobrar por todo. Tozudo que soy, prefiero aparcar la moto 200 metros más lejos para no hacer feliz al notas que con tener un chaleco reflectante y una gorra se cree con derecho a mis pobres monedas.



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Después de Ait Benhadou, el plan era seguir una carreterita hasta Telouet, pero al cabo de unos pocos kilómetros aparece el primer problema. Circulaba a unos 80/90 confiado, y veo que hay un puente de madera, pero no me da tiempo a fijarme en que a la entrada del puente hay una rampa de acceso, total que la fashion y yo llegamos con una velocidad claramente excesiva y el aparato despega irremediablemente, para caer unos metros más adelante con ambas ruedas a la vez, pero haciendo tope en ambas suspensiones fruto de su sobrepeso.
Tan violenta fue la caída en pleno puente de madera, que el ensanchador de aluminio de la pata de cabra colisionó con el suelo, y desapareció desintegrado, y el golpe en un lado hizo que la dirección del manillar oscilara a lo bestia unas cuantas ocasiones, en medio del puente, repito. Aparecióse el espíritu de aquel desierto a quien yo había echado un cable el día antes para devolverme el favor, y probablemente también Ntra. Sra. de África Ceutí ayudándome con el control de los mandos, de tal guisa que después de un botecillo más en la otra rampa imprevista del otro lado del puente, conseguí frenar la moto incólume muchos metros más allá.
Las piernas me temblaban y casi no podía mantener la moto erguida aún estando sentado en ella. Me di cuenta que a un lado del puente había un lugareño todavía con la boca abierta que creía haber visto la reencarnación de Ciril Neveu ante tanta osadía y atrevimiento (aunque fuera involuntario). “Prisa mata” debió pensar él; “Pa habernos matao”, pensé yo .

Recuperado del susto la marcha siguió y la carreterita se empezó a romper y a romper, y hubo que atravesar un pequeño riachuelo, y a partir de ahí el cemento desapareció y se hizo pista, y la pista empezó a subir y a subir, y se empezó a hacer camino, y hubo que atravesar otro río, éste ya con piedras sueltas y una cierta dosis de aventura, y el camino seguía subiendo, y los márgenes se convirtieron poco a poco en barrancos, y el camino era ya de cabras en el sentido literal, y las piedras se interponían en las subidas decididas a dar al traste con mi aventura, y todo era poner pies aquí y allá evitando las caídas mientras el motor de tractor de la fashion me sacaba del atolladero, y el sudor empapándolo todo, y las llantas de aleación en peligro, y el kit reparapinchazos que todavía no se como se usa, y yo con mis neumáticos mixtos y 400 kilos en subida de trialera.
Fue un mal trago pero de los de verdad, ni ocasión había de darse la vuelta, sólo había la opción de seguir, a lo que surgiera,...... y otra curva en subida, y más piedras en el camino......



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Me acordé en infinitas ocasiones de quien me había asegurado que aquello que salía en el mapa era una carretera (y puedo asegurar que 60 kilómetros o así de dolor dan para acordarse muchas veces). Cuando la maldita senda empezó a volver a ser camino, en un alto, encontré a la peña de los todoterrenos saboreando un té. Con ellos se me apareció la luz y encontré sin buscarlo a quien me levantaría de la moto si sucumbía al camino, o a quien me llevaría a un centro de salud si la cosa se ponía muy fea, de manera que por un día, y muy contento, dejé de estar SOLO.
Tras compartir el te, se reanudó la marcha conmigo abriendo el camino a los todoterrenos, y a pesar que había que ir esperándolos, ésta espera era muy agradable porque me invadió una sensación de seguridad muy placentera que me hizo disfrutar más de las pistas, si bien como digo en éste tramo posterior ya eran mucho más decentes para mi hormigonera. Además confié mis cámaras de vídeo y fotos a uno de los coches y realmente no se cortaron a la hora de dispararme en múltiples momentos. Aquí van algunos.








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Finalmente, apareció de nuevo el cemento en la pista que pare a besar, lo prometo, para acabar llevándonos hasta la Alcazaba de Telouet, donde nos separamos de nuevo, siguiendo ellos con su camino, y yo parando a descansar y repasar los pocos daños de la mañanita trialera.


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Así es Telouet
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Recuperar la carretera no fue precisamente asegurar la tranquilidad, porque atravesar el Atlas por el puerto de Tizi-n-Tichka fué también una experiencia curiosa, ya que tantos y tantos kilómetros seguidos de curvas en mi vida había encontrado ni en los Pirineos. Hubo que regular las bajadas con el motor porque los frenos podrían haber pagado muy cara aquella orgía de tumbadas incesantes y enlazadas.
Vista del Atlas.
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Más adelante me encontré de nuevo con los todoterreneros, y nos despedimos emplazándonos para encontrarnos en la Plaza Jamma-el-Fna de Marrakesh.



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Al llegar al llano, el Marruecos salvaje quedó definitivamente atrás, y la llegada a Marrakesh volvió a llevarme a una gran ciudad, con modernos coches, policía por doquier, grandes superficies comerciales, incluyendo, claro, el inevitable McDonalds.
No costó demasiado encontrar el camping, montar la tienda y agradecer infinitamente la merecida ducha, sacarle las alforjas al rocín, y vestido de paisano hacía el centro de Marrakesh donde, como no, hubo que pagar luego (la mitad de lo que me pedían, eso si) para aparcar la moto en una triste acera alrededor de la tan famosa plaza.
La plaza es el centro de Marrakesh, y al caer la tarde aparecen contadores de cuentos, encantadores de serpientes, aguadores, chiringuitos de comida, puestos de frutas, y carteristas a miles, supongo. Tras un par de fotos a la Kutubia (La mezquita de Marrakesh), y un contacto telefónico, nos reencontramos con las cuatro parejas en la terraza de un café para comentar la jornada.



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Nos despedimos de nuevo (no me gusta hacerme pesado) emplazándonos a ver si por la mañana nos encontrábamos en las cascadas de Orzoud, y me dediqué a investigar los famosos zocos de Marrakesh, de frutos secos, de especias, de alfombras, de cestos, de orfebrería, etc, etc. Bastante curioso todo. Me sentí en todo momento seguro a pesar de estar rodeado de gente extraña. La verdad es que la barba que hacía días que poblaba mi cara sin duda ayudaba a hacer cara de “a éste mejor lo dejamos tranquilo”.





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Luego vuelta al camping entre el caos de la circulación nocturna de Marrakesh con la ayuda una vez más de San GPS.El camping tenía sus propios sonidos, en concreto el de cuatro pavos reales que se paseaban por todos lados como pedro por su casa, y que no gritan ni na los condenados….

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